CAMBIA TU OPINIÓN PERO MANTÉN TUS PRINCIPIOS.CAMBIA TUS HOJAS ,PERO MANTÉN TUS RAÍCES.
De otoño
Yo sé que hay quienes dicen: ¿por qué no canta ahora con aquella locura armoniosa de antaño?Ésos no ven la obra profunda de la hora,la labor del minuto y el prodigio del año. Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa, cuando empecé a crecer, un vago y dulce son. Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa: ¡dejad al huracán mover mi corazón!
Amado Nervo era el seudónimo de Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo, o en realidad, así trascendió en gran parte del mundo. La verdad es que su padre modíficó su apellido de Ruiz de Nervo a simplemente Nervo, y le dio su nombre a su hijo, Amado.
EN PAZ
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas. …Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas… Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Fue una de las principales figuras de la poesía chilena. En 1945 consiguió el Premio Nobel de Literatura. Fue el primero para las letras latinoamericanas
RIQUEZA
Tengo la dicha fiel y la dicha perdida: la una como rosa, la otra como espina. De lo que me robaron no fui desposeída: tengo la dicha fiel y la dicha perdida, y estoy rica de púrpura y de melancolía. ¡Ay, qué amante es la rosa y qué amada la espina! Como el doble contorno de dos frutas mellizas, tengo la dicha fiel y la dicha perdida….
Apegado a mí
Velloncito de mi carne que en mis entrañas tejí, velloncito tembloroso, ¡duérmete apegado a mí!
La perdiz duerme en el trigo escuchándola latir. No te turbes por aliento, ¡duérmete apegado a mí!
Yo que todo lo he perdido ahora tiemblo hasta al dormir. No resbales de mi pecho, ¡duérmete apegado a mí!
Ave de paso, fugaz viajera desconocida: fue sólo un sueño, sólo un capricho, sólo un acaso; duró un instante, de los que llenan toda una vida.
No era la gloria del paganismo, no era el encanto de la hermosura plástica y recia: era algo vago, nube de incienso, luz de idealismo. No era la Grecia: ¡era la Roma del cristianismo! Alrededor era de sus dos ojos ¡oh, qué ojos, ésos! que las fracciones de su semblante desvanecidas fingían trazos de un pincel tenue, mojado en besos, rediviviendo sueños pasados y glorias idas…
Ida es la gloria de sus encantos, pasado el sueño de su sonrisa.
Yo lentamente sigo la ruta de mis quebrantos; ¡ella ha fugado como un perfume sobre la brisa! Quizás ya nunca nos encontremos; quizás ya nunca veré a mi errante desconocida; quizás la misma barca de amores empujaremos, ella de un lado, yo de otro lado, como dos remos, ¡toda la vida bogando juntos y separados toda la vida!